El compromiso de los intelectuales con sus sociedades

En el contexto del avance vertiginoso de las ideas contemporáneas hacia campos impregnados de augurios humanistas, la obra literaria y actividad política del Premio Nobel de Literatura 1999, Gunter Grass, destacan como una de las manifestaciones intelectuales más sensatas y coherentes con el movimiento de lo real.

El compromiso asumido ante su pueblo desde tiempos en los que contradecir la norma mezquina de ocultar la responsabilidad de Alemania por el mar de sangre que originó la guerra que ella misma propicio era pecado capital, desde tiempos donde aquellos miserables pensamientos primaban en todas las capas de la sociedad alemana de posguerra, Grass demostró un coraje cívico sin precedentes. El mismo reconocería: “el cuestionamiento sobre cómo era posible seguir escribiendo después de la experiencia de Auschwitz, fue lo que determinó toda mi creación literaria” . Tan fuerte fue la influencia de aquella tragedia que el mismo se encargo de demostrar años más tarde que no era imposible hacer resurgir de los escombros las letras alemanas.

Fue el autor de la célebre trilogía de Danzing uno de los últimos grandes personajes que asumió lo que se llamaba el compromiso en los años 50 y 60 con una resolución y un talento que le ganaron siempre la atención de un vasto público, que desbordaba largamente el medio intelectual.

Heredero de una historia que incluye dos guerras mundiales, el holocausto, la anestesiada hipocresía del milagro alemán y la unificación empresarial de una nación dividida, Grass ha escrito negras parábolas de la destrucción cargadas de un tonificante sentido del humor.

Es difícil encontrar consenso para un enemigo de los derechistas deseosos de olvidar los desastres de la guerra, un autor proscrito en la Unión Soviética y sus satélites, que criticó el ingenuo dogmatismo del movimiento estudiantil del 68 en las páginas de su libro “Anestesia Local” y tres décadas más tarde apoyo el bombardeo de Serbia por la OTAN.

Su tema inagotable y obsesivo es el recuento de una nación con una memoria ingobernable. Contra el revanchismo que alimenta a la ultraderecha, Grass opone la total sinceridad a la hora de evaluar el recuerdo del dolor alemán. Ha pedido durante décadas que los alemanes tenían que enfrentarse con su pasado nazi mediante su total aclaración. Terminada la contienda bélica se convirtió en declarado pacifista e ícono de la izquierda alemana.

Grass se labró una autoridad moral sobre los más controvertidos tópicos: el pasado nazi de muchos políticos alemanes (criticó duramente el ascenso de Kissinger, ex dirigente nazi, a la cancillería federal), la reunificación alemana, la revolución socialista en Cuba y la recomendación para que la misma se extendiera a toda Latinoamérica, la globalización, entre otros. No en vano el 68% de alemanes sigue considerando hoy a Gunter Grass como la conciencia de la nación, aún luego de haber hecho público en una entrevista concedida al diario alemán “Frankfurter Allgemeine Zeitung” en Agosto del 2006 su pasada adhesión a las temidas Waffen SS en su juventud. “Lo que había aceptado con el tonto orgullo de mis años jóvenes quise ocultármelo a mí mismo después de la guerra, por una vergüenza que surgió después. No obstante la carga subsistía y nadie podía aligerarla” , se confiesa en las páginas de su último libro. Sin embargo siempre ha sido celoso de defender una posición como ciudadano que ha entendido las lecciones del tiempo que le tocó vivir. Respondiendo a las quejas de Joachim Fest, sentenció que aquel “es el último que puede decir algo relativo a su paso fugaz por las SS luego de escribir un libro dando por bueno todo lo que decía Albert Speer (arquitecto del nazismo) al que presenta como un nazi caballeroso. No obstante hoy sabemos que Speer estaba informado de la conferencia de Wannssen donde en 1942 se decidió la solución final al problema judío”3.

A la caída del muro, propuso crear dos estados alemanes y discutir una futura patria confederada. Pero nadie le prestó oídos. La unificación se llevó adelante al vapor de una nación dividida y con grandes contrastes socioeconómicos. No se han realizado las esperanzas de que los nuevos lander dieran un empuje a la literatura en Alemania luego de la unificación del país en 1989. La arrogancia de los alemanes occidentales ha hecho que muchos hayan enmudecido, aunque también es cierto que la literatura se puede desarrollar a partir de estas rupturas y heridas.

En más de una vez a criticado las directrices de la industria editorial vigente, que convierte al escritor y al traductor en actores secundarios dentro del mercado aludiendo que una editorial, por mas fantástica que sea, no es más que un edificio vació si no cuenta con buenos autores detrás. En el fondo nos olvidamos que el editor es el empleado, y el escritor el verdadero empleador. Los editores tienden a sobre valorar su papel, pero lo verdaderamente importante son los libros.

La visión del mundo de Grass, habiendo sido él un testigo privilegiado de una época tan controversial, no puede ser otra que la de un humanista. El mayor sentimiento que se desprende de sus escritos es la compasión. Ha sido capaz de llegar al fondo de las complejidades humanas gracias a su poderosa escritura.

Para este egregio ensayista hasta hace poco reinaba la esperanza de que con las Naciones Unidas, o con políticos como Willy Brandt u Olof Palme, que con tanta habilidad conseguían evitar conflictos por la vía diplomática, había cierta esperanza de que dicha problemática comenzaba a solucionarse. Pero ahora se plantea la cuestión de si queremos regresar a esa barbarie de la guerra preventiva y la respuesta categórica y unánime de la comunidad internacional debe ser que no. Como respuesta a estos proyectos retrógrados hace falta una mezcla entre esos movimientos antiglobalización, como ATTAC, y el movimiento pacifista. La humanidad está siendo conducida a lugares desconocidos, por no llamarlos terroríficos, en tanto la primera potencia mundial, los Estados Unidos, están actuando con complejo de superioridad.

Todas estas preocupaciones que reflejan un claro sentimiento pacifista han sido compartidas y bien recibidas por muchos intelectuales ya consagrados. Dentro de esta línea, Mario Vargas Llosa no obstante las discrepancias ha reconocido que en el último medio siglo de vida europea, y sobre todo alemana, las ideas de Gunter Grass enriquecieron el debate cívico y contribuyeron a llamar la atención sobre problemas y asuntos que de otra manera hubieran pasado inadvertidos sin el menor análisis critico. Lo que increíblemente no tolera el autor de « Conversación en la Catedral » es que intelectuales brillantes como Thomas Mann, Víctor Hugo, Albert Camus, Jean Paul Sartre y el mismo Gunter Grass creían y siguen creyendo que ser escritor era al mismo tiempo de fantasear ficciones, dramas o poemas, agitar las conciencias de sus contemporáneos, animándoles a actuar, convencidos de que el escritor podía servir también como guía, consejero sobre los grandes temas sociales, políticos, culturales y morales, y que, gracias a su intervención, la vida política superaba el mero pragmatismo y se volvía gesta intelectual, debate de ideas. No se puede tolerar el rechazo de Vargas Llosa a esta misión esencial del escritor. Tal vez aun este influenciado por la amarga experiencia vivida en tiempos cuando quiso incursionar en política lanzándose en el año 1990 como candidato a la presidencia del Perú y las urnas le negaron esa posibilidad. Tal vez su fracaso político y el haber sentido la lejanía entre sus ideas y los deseos de millones de peruanos constituyan su argumento principal. Ha sido justamente el silencio guardado por la mayoría de intelectuales latinoamericanos sobre temas coyunturales ligados al atraso de nuestros pueblos lo que ha agravado la coyuntura social. Puesto que la gente no veía a intelectuales con suficiente arrojo para llamar las cosas por su nombre, dado que a la mayoría de nuestros escritores les falto valor para criticar lo criticable y la crisis desatada en nuestros países no era advertida prácticamente por nadie, los pueblos latinoamericanos sistemáticamente comenzaron a dar señales de resignación, apatía y retroceso; desilusionados de sus dirigentes y sin referente moral alguno (salvo honrosas excepciones) muchos decidieron ahondar la crisis enrolándose a organizaciones delictivas, criminales y mafiosas, y convirtiendo la región en tierra de nadie (Llámese Sendero Luminoso en Perú o FARC en Colombia). Si el escritor se desentiende de los problemas del medio en el que vive, si, como Vargas Llosa pretende convencernos, los escritores tuvieran que mantenerse al margen y bien lejos de la sucia política, tal vez sociedades como la alemana nunca hubieran alcanzado el actual estado de bienestar y progreso.

Nos parece destemplada la proposición del escritor peruano español toda vez que sustraerse de la vida política implicaría tarde o temprano la desaparición paulatina de ciudadanos comprometidos con su tiempo y con la problemática de sus países. Muy acertadamente, Grass ha detectado y propalado el fuerte vínculo que une la política a los intelectuales, a los humanistas, a los hombres que estudian el comportamiento de la sociedad. Y, más importante aún, ha demostrado que ambos, intelectuales y políticos, van de la mano y se necesitan el uno al otro. El escritor acudió al último mitin del partido socialdemócrata alemán en Berlín en vísperas de las elecciones generales, en Septiembre del año 2005. Gunter Grass fue invitado como uno de los más prestigiosos simpatizantes de la agrupación política. La prensa destacó luego las palabras de apoyo al entonces canciller Gerard Schroder y a su programa de desarrollo social. Al mismo tiempo que sobresaltó las conquistas sociales del partido y la austeridad alcanzada en un país donde rige un sistema social justo no obstante los errores cometidos. El cariño que las masas manifestaban en el mitin hacia Gunter Grass reflejó el hecho de que su discurso expresaba exactamente la situación en la que los ciudadanos vivían. No hay duda de que el escritor puede y debe constituirse en activista, en militante fiel a sus principios políticos. Esa es la responsabilidad y designio definitivo de los hombres de letras.

El ex integrante del grupo 474 ha escrito críticas y hecho comentarios políticos fuertes. La prensa internacional lo busca como uno de los escasos oráculos que hoy existen. Pero su resonancia oracular deriva de su condición de escritor, que significa hombre dedicado a la escritura.

Sus diatribas políticas declaman una fe esperanzada en las posibilidades del ser humano, al menos en su capacidad de cambiar, de aprender. Pero sus mejores obras expresan un profundo desespero ante nuestras inmensas limitaciones.

Alguna vez Grass aseveró que la paz jamás existió, “los escritores somos vehículos que transportamos las imágenes e historias de las guerras, porque nuestras letras mantienen viva la memoria de las atrocidades humanas”5

Ligado a esto último quien recibiera en el año 1999 el Premio Príncipe de Asturias ha puesto de relieve que quien controla el mercado internacional de los alimentos básicos y decide las deficiencias y la abundancia, dado que este fija los precios, no necesita desencadenar guerras. El hambre en si ya es una guerra, pero una guerra contra los más indefensos, contra los que menos tienen, contra los desnutridos de África y otros confines, contra los padres de familia impotentes ante la necesidad de mantener económicamente sus hogares, contra los enfermos mentales, contra los convalecientes, contra los niños que desean estudiar, contra la clase trabajadora, contra los explotados del sistema, contra el medio ambiente en general.

Pero al sistema imperante no le preocupa, el fundamentalismo de los intereses mercantiles pesa más que la pérdida colateral de millones de seres humanos. Al fin y al cabo para la civilización occidental hay muertos de primera, segunda y tercera categoría, como comúnmente se gusta aludir para referirse a la población civil de Irak asesinada por soldados norteamericanos.

El perverso fenómeno de la deslocalización en el marco de la globalización ha hecho añicos las economías de los países pobres y enterrado las esperanzas de sus respectivas poblaciones. Si no es así, pregúntenselo a Peter Brabeck, director de la multinacional Nestlé y responsable directo de la muerte masiva por inanición en uno de los países más pobres del orbe. Etiopia tiene cada año más de siete millones de personas amenazadas por el hambre. El café es el principal producto del país. Pero su precio viene marcado por las grandes compañías e incluso cuando los campesinos consiguen una buena cosecha puede ser que las familias se arruinen completamente por lo poco que vale su cosecha y su trabajo. ¿Debería pagar Brabeck un precio justo a los productores etíopes por sus granos cuando el mercado internacional le permite comprarlos más baratos? Es evidente que el precio que pagan las compañías por el café condena al hambre a los campesinos etíopes, pero el dilema está en que si Brabeck no pagara este precio, sus competidores se aprovecharían y en la dirección de su empresa, le pedirían cuentas por su “error”.

Cuando las industrias estaban localizadas en un territorio y los empresarios pertenecían a la sociedad en la que operaban, los hombres tenían mucho que ver y los empresarios no podían sustraerse a la pertenencia a la sociedad en la que operaban. Si tensaban demasiado la cuerda, el espejo en que se miraban les mostraba al lado de sus vecinos, sus iguales, y nadie podía negar que aquellos hombres tenían algo que ver.

Hoy “el dilema de Peter Brabeck” se resuelve en un espacio que minimiza el factor humano y deslocaliza a las personas: Brabeck debe rendir cuentas a sus accionistas, que nada saben o nada les importa la vida de los campesinos etíopes y solo se preocupan de los beneficios; los campesinos etíopes, por su parte, nada pueden hacer por el precio que les viene marcado.

Y aquí no termina el caso Nestlé. Recientemente Brabeck se vio envuelto en un escándalo por la incorporación de leche contaminada a algunos de sus productos lácteos destinados al mercado italiano. Él mismo no negó el hecho y las autoridades italianas decidieron demandarlo. Así mismo, muchos sectores sociales han acusado a Nestlé de matar a bebes de países subdesarrollados mediante una masiva publicidad desinformativa promocionando el uso de sus leches para bebes en vez de la leche materna. Para concluir esta serie de actividades criminales de la compañía, en África, principalmente en Costa de Marfil, de donde proviene un 50% del cacao que se consume en el mundo, se utilizan niños esclavos en numerosas plantaciones. Los niños son vendidos o secuestrados y obligados a trabajar en condiciones infrahumanas y sin salario. Y claro, los colegas de Brabeck ni se inmutan.

No menos criticable resulta constatar como los crímenes de la economía global se escabullen de la justicia y como los mismos se mueven en una zona de grises difícil de delimitar y es tolerado por una sociedad que no establece relaciones. Basta con recordar el tráfico de armas organizado y planeado por los más prósperos países occidentales. Estados Unidos aparentemente sin violar ninguna ley vende armas a Guinea Conakry explicando que se trata de una operación de rutina cuya única finalidad es equipar al modesto ejército de este país africano. Lo que no se dice es que estas mismas armas son trasladadas a territorio de Liberia para ser entregadas a las dos partes enfrentadas en el marco de un guerra civil en la que habían muerto más de 200 000 personas. Es así como la economía global dificulta enormemente que se persigan estos delitos de tráfico ilegal. El beneficio bursátil de las empresas que intervienen en estas transacciones se mueve en una zona oscura de la economía. En tal sentido se hace imposible denunciar los crímenes en los que están implicados estas empresas. De hecho todo el mundo sabe de la existencia (y necesidad, dirán algunos) de las cloacas del sistema. La ignorancia social respecto de estas operaciones criminales sirve de alimento para quienes sueñan con que la corrupción se convierta tarde o temprano en un fenómeno aceptado y que el estado democrático se declare incapaz de asegurar los derechos y las libertades.

Es este engranaje económico global el que tanto critica Gunter Grass. Este sistema neoliberal mediocre, vació y limitado quiere hacernos creer que todo marcha bien. Estamos convencidos, como Grass, de que las grandes corporaciones internacionales, llámese Shell, Nestlé, Mac Donalds, Addidas, Puma, Nike, Coca- Cola, entre otras, hacen que el comercio sea el paradigma de este nuevo orden opaco y difuminado que tan bien se mueve entre las sombras y oscuridad, no solo en los aspectos jurídico-económicos, sino, y sobre todo, morales. La torpeza de no poder vincular las consecuencias de la actividad económica en el espacio global es una de las características más perversas e inhumanas de la globalización capitalista. ¿Acaso es ello lo que deseamos?

Pronunciamientos fuertes, críticos e incluso incómodos para una elite patrocinadora de hambrunas planificadas fríamente con años de antelación han sido revelados ante la opinión pública por el autor de “El gato y el ratón”. Y estos pronunciamientos han tenido lugar no solo en la prensa europea, sino también y de manera singular, en los medios de comunicación del resto del mundo.

El continuo seguimiento y vigilancia que ha ejercido Gunter Grass en torno a los procesos sociales y a sus problemas más agudos, es argumento suficiente para erigirlo como uno de los intelectuales más comprometidos con su tiempo.

Sin ninguna duda sería injusto dejar de lado al pensador peruano José Carlos Mariategui cuando evocamos el concepto de compromiso intelectual. El célebre autodidacta predecía que todos los hombres y mujeres al margen de su profesión manifiestan de alguna manera su aptitud intelectual, ya sea como artistas o personas de gusto, participando de una concepción del mundo u observando una línea de conducta moral. El escritor no puede refugiarse en el mundo de un pensamiento puro que planee por encima de la realidad, puesto que expresa en términos de ideas las modificaciones anunciadas por el progreso técnico- económico y social.

La labor intelectual de Mariátegui se desenvolvió según el querer de Nietzsche, que no amaba al autor de un libro, sino a esa actividad espontánea y creadora de pensamiento que lo hace nacer casi inadvertidamente.

El fundador de la continentalmente influyente revista “Amauta” consideró que la práctica política penetraba la vida humana dejando de lado la fría lógica determinista y creía que esa acción política se convertía en pasión.

Supo unir al pensador con el militante, esperanzado con la revolución transformadora de su continente y cuando han caído tantos paradigmas es importante reflexionar con Mariátegui cuales son las perspectivas del socialismo latinoamericano. Y es muy alentador que muchas de sus ideas hayan encontrado espacio en los programas políticos de gobiernos latinoamericanos como Cuba, Venezuela, Argentina, Nicaragua, Paraguay, Bolivia y Brasil, que en la actualidad hacen grandes esfuerzos por levantar los andamios de una naciente Confederación de Naciones Latinoamericanas. Importantes proyectos de integración regional como la televisora multiestatal TELESUR ya operan exitosamente. UNASUR ha recibido un fuerte impulso en los últimos 4 años, llegando incluso a conformar un consejo de seguridad sudamericano. En la actualidad se discute la unión energética de la región bajo el liderazgo de Venezuela (por su riqueza petrolera) y Brasil (por sus combustibles ecológicos como el etanol). Así mismo hay acuerdos para nivelar economías competitivas como es el caso de Colombia y Venezuela por la producción agrícola. En el plano social aumenta el porcentaje de población latinoamericana decidida a respaldar el ALBA6 y la creación del Banco del Sur. Todo ello va acompañado de un proceso de concientización ciudadana con el fin de demostrar al resto del mundo que se puede cambiar de mentalidad y aflorar un ferviente sentimiento latinoamericanista. El plan oculto del capital extranjero para destruir el naciente proceso de industrialización de países como Venezuela, Brasil, Argentina y Chile no es advertido adrede por los grandes grupos mediáticos. Sin embargo, el estratégico giro hacia la izquierda dado por muchos países de la región en los últimos 10 años representa una tendencia que los años se encargaran de consolidar. Como los movimientos de izquierda contemporáneos Mariátegui siempre creyó que la transformación del orden establecido en una nueva sociedad implicaba la imperiosa necesidad de tomar en consideración nuestras particularidades políticas, culturales, económicas y sociales, y, muy en especial, responder a las preguntas que plantea la juventud. Es decir, no seguir el ejemplo de la Unión Europea, pues la misma lleva adelante un plan de desarrollo que obedece estándares únicamente europeos. El viejo continente ha claudicado ante las exigencias de una sociedad de consumo ecológicamente insostenible. La creación humana de cualquier índole ha de ser sometida a las condiciones del mercado. Sería un error copiar el modelo europeo con el fin de adaptarlo a las condiciones latinoamericanas. Latinoamérica deberá regirse por una ideología innata de caras a integrar las naciones de la región en un solo bloque. La tierra de los incas y aztecas cuenta con científicos, economistas, humanistas, sociólogos, líderes y especialistas del más alto nivel.

En tal sentido el compromiso político de los intelectuales latinoamericanos para materializar esta gigantesca tarea jugara un rol decisivo. De ese compromiso dependerá en gran medida que las masas asimilen lo que se plantea. Cuanta más gente tome conciencia de la necesidad de integrarse en un solo bloque más dinámico será el proceso unificador. Y cuanta más dinámica adquiera el proceso, más realizados se sentirán sus ciudadanos y más sólido será también el compromiso asumido ante las necesidades de sus pueblos.

Acerca de belator1978

Periodista Internacional. Magíster con mención en Problemática Internacional. Especialista en conflictos armados y política exterior.
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